Distracción

 

 Si usted supiera escuchar, sabría como yo que a ese sonido que lo aturde no se lo va a despegar tirándose de los pelos.

Déjeme continuar.

Yo sé que usted se jacta en secreto de que mira buen cine y nombra a David Lynch cada vez que quiere dar la imagen de intelectual, pero quiero que reflexione. No es normal que esa paloma gigante nos haya traído aquí como un taxi-vuelo.

Vea usted la casa. Aquí fue donde se inició todo el problema de sus dolores de cabeza.

Por si no se dio cuenta, debido a los tapones en los oídos que ambos llevamos para evitar el maldito sonido, usted debe leerme los labios para entenderme. Pero lo hace a pesar de que estamos completamente a oscuras. Es más, si usted se acercara y me observara vería que debajo de mi nariz, no existen labios. Esto ilustra la situación absurda en la que nos encontramos.

Vamos por partes.

No sé si recordará que ayer por la noche llegó a su casa después del trabajo con jaquecas y se acostó un rato para relajarse.

Bueno, le cuento. Después de eso, tuvieron que internarlo. Y la única forma que encontraron los doctores para ayudarlo fue sedarlo hasta dormirlo profundamente.

Antes que nada, entienda que yo soy doctor. Más precisamente, cirujano del sueño. Y si estoy acá es porque soy consciente de que mi cuerpo duerme en una camilla tanto como el suyo, en la misma sala del mismo hospital. Mi deber es curar sus jaquecas.

Por último. Hágame el favor y lea este cartel que alguien pegó hace días junto a la puerta de la casa en la que nos encontramos, la misma que usted visitó hoy por la mañana en el reparto de soda.

La próxima vez, preste atención a las advertencias.

De esa forma no tendré que regresar a su mente para resolver lo que llamo un típico caso de distracción urbana.

Porque estas campanillas ensordecedoras que salen de esta casa que ahora usted sueña, y lo han perjudicado tanto, se habrían evitado si usted hubiera leído el cartel que advierte con claridad “NO TOQUE EL TIMBRE, SE PEGA”.


Comentarios

Entradas populares