ALGUIEN MIRA POR EL ESPEJO
-Yo lo he visto de noche, má. Del otro lado se ve un bosque con un pantano y en algún momento se escucha el burbujear de algo que está a punto de salir. Pero cuando lo miro fijamente se calla.
-Y entonces ¿nunca has visto a eso salir del pantano, Felipe?
-Mi oído ya está entrenado. Duermo tranquilo cada noche, pero una parte de mí está atenta al espejo. Cuando escucho el sonido de ese burbujeo espeso me despierto rápido, y lo miro enojado. Y de esa manera siempre el ruido se detiene. No te preocupes. Nunca dejo que salga del pantano, má.
-Tu imaginación es fascinante, mijo. Parece que tenés la mirada tan poderosa como Superman. ¡Ay!, si usaras esa misma dedicación mental para hacer tus tareas de matemáticas, no me pedirías tantas veces que te ayude a resolver cuentas de multiplicar.
-Ya te he dicho que no me gustan las matemáticas, mamá.
-Mirá, nene. Te van a tener que gustar. Porque los cuentos de hadas que lees no te van a llevar a ningún lado. Ni una bicicleta te vas a poder comprar cuando seas grande si seguís ese camino.
En la mañana del lunes, Feli abre la puerta de su habitación y desciende las escaleras como lo hace todos los días para desayunar con su madre, la cual se ve sentada de espaldas. A medida que el adormilado niño se va acercando a la mesa, puede ver aquella uña roja del pulgar moverse en círculos haciendo fricción contra las yemas de los otros dedos mientras el azúcar cae por debajo de estos como una llovizna espolvoreada sobre las tostadas untadas con manteca.
-¿Qué pasó, mijito? No te podía despertar. Vamos, que el ómnibus escolar pasa en 10 minutos. Aquí está el tecito y una tostada preparada como a vos te gustan.
Feli, con el pelo húmedo peinado hacia el costado derecho de su cabeza, estira su brazo, toma la taza y la arrastra ruidosamente por la mesa hasta detenerla bajo su pera. Acerca su nariz y abre levemente su boca como jugando con el vapor caliente.
-Felipe, tu té. No juegues y desayuná, por favor.
-Te quiero contar que anoche me quedé dormido y cuando desperté había un brazo lleno de barro atravesando el espejo.
-Felipe son las 7.20 de la mañana y…¿Qué decís? Ok. Listo, muchacho. Esto ya es suficiente.
Su madre lo toma del brazo y lo arrastra escaleras arriba hacia la habitación.
-Soltame ¡me duele el brazo, mamá! -se queja sin obtener respuesta.
-¿Este es el espejo? ¡A vos te hablo, Felipe! ¿Hay alguien adentro? ¿Eso es lo que crees? ¡holaaaaa! ¡holaaaaaa! ¿Alguien me escucha? ¡No hay nada ahí! A vos se te acabaron los libros y esas películas fantasiosas. ¿Me escuchaste, no?
Vuelven a desayunar. Felipe finalmente se va a la escuela.
La madre todavía ofuscada toma su taza de café mientras mira las noticias de la tv. Bebe su primer sorbo y le parece escuchar golpes que provienen de algún lugar. Piensa en la habitación de Felipe, pero deshecha cualquier idea de misterio inmediatamente. Bebe otro sorbo de café caliente y se suceden otros 3 golpes secos.
Entonces ya intrigada sube las escaleras mientras continúan sucediéndose los golpes.
Enciende la luz y avanza lentamente hacia el espejo. Los golpes provienen de este mismo.
Se detienen cuando ve su propio reflejo dentro del marco de madera antigua. Seguramente el vecino nuevo comenzó las refacciones, piensa ya perfilada toda hacia el frente.
Mira el reflejo de sus ojos y no puede evitar percibir en estos al paso del tiempo.
Entonces su figura se esfuma y da lugar a una niña leyendo en un columpio. Esta levanta la cabeza de la lectura y mira hacia al frente como escuchando que alguien la está llamando.
-¡Ya voy mamá! ¡te dije que ya voy!
Se baja del columpio, retrocede hacia el fondo de la escena, atravesando un fangoso segmento del patio visiblemente llovido, y llega hasta un arbusto. Allí esconde su libro. Y sale corriendo rápidamente, dejando al arbusto solo en el vértice inferior izquierdao del espejo.
El cristal vuelve a darle su propio reflejo. Otra vez estos recuerdos, piensa.
Se mira otra vez sus ojos. Pero en segundos desaparecen y también todo el resto de su cuerpo.
-¡Beatriz! -exclama la voz de su madre que la irrita y al mismo tiempo le da nostalgia después de tantos años de silencio y olvido.
La figura de esta aparece en el espejo. Es una mujer de mirada dura, contrariada, y una voz tortuosa que se impone con temeridad.
-¡Beatriz! ¡dejá de leer estupideces y vení que tenés trabajo! ¡Tengo la cocina otra vez sucia! ¡Beatriz! ¡Vení, rápido acá!
La madre de Feli quita sus ojos del reflejo y baja corriendo las escaleras hasta su habitación. Se tira llorando en su cama.
Al despertar, ya es mediodía y escucha a su marido acercarse a la puerta.
-¡Hola, querida! Te quedaste dormida. Con Feli venimos a preguntar si alguien que vive con nosotros querrá hacer el almuerzo.
Felipe, se acerca algo tímido y trae algo en sus manos.
-Acá te traigo tus zapatos. Má, te prometo que voy a hacer todas las tareas de matemáticas. Pero mami, ¿por qué tienen tanto barro estas suelas?
La madre se sienta rápidamente y lo abraza conmovida.
-¿Qué pasa, mami? Dice el niño un poco asustado.
-Nada, mi amor. Nada. Feli, mi vida. Te quiero tanto. Hijo.
-Yo también, má.
-Mi amor ¿querés que hoy vayamos al cine?
-¿En serio lo decís?
Se vuelven a abrazar.
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